jueves, 6 de mayo de 2010

La peluquería, segunda parte

Sí. Hoy he experimentado otra nueva sensación. Un nuevo capítulo en lo que se refiere a peluquerías. Una vez pasado por el barbero y la peluquería unisex de mi madre, ya sólo me faltaba una cosa por probar: la peluquería de diseño de mi novia.

La verdad es que no me he resistido mucho. Después otra bronca el fin de semana de todos los componentes de mi família para que probara otra peluquería, he decidido que era la hora.

Como buen techie, el primer paso fue buscar en google opiniones sobre la peluquería. Dos opiniones de chicos. Uno la dejaba muy bien; el otro echaba pestes y terminaba con una gran frase: "¡Nunca dejar cortarse el pelo por un calvo!". A todo esto le he dicho a mi novia que como se me acercara el calvo me iba.

Llegamos a la peluquería. Un sitio imponente. Una única sala enorme. Muy espacioso, techos altísimos. Minimalista. Sofás para esperar. Grandes espejos. Muy pocas sillas, 2 peluqueras, una jefa. Me indican que pase.

Para empezar me colocan en una silla como si me fueran a cortar la cabeza por el pescuezo. Luego compruebo que lo que querían hacerme era lavarme el pelo. Y yo pensando: joder, si vengo recién duchado, ¿tan mal lo llevo?. Jugamos al agua fría y caliente, me lava el pelo con jabón. Para mí esa situación ha sido incomoda, qué le voy a hacer. Una señora desconocida tocándome el pelo, intentando que me relajara haciendo masajes circulares con los dedos en mi pelo. Y yo preocupado por no desnucarme.

Una vez limpio, me hacen pasar al departamento del corte. Me pongo en manos de "La jefa". Empieza a cortarme, a preguntar como lo quiero. Esta vez no se me escapa: "Lo de siempre". Pero sigo con mi "Pues corto, que empieza el calorcito". Le comento que soy el cliente perfecto, que como me tengo que quitar las gafas, no veré nada de lo que haga, así que me encomiendo a sus manos.

"Las patillas así finitas ya no se llevan". ¡Coño! A ver si me quiere convertir en Curro Jiménez. Y pienso: "No, que yo no tengo su trabuco". Fuera coñas, estaba ante la primera vez que me asesoraban estéticamente. Yo no sabía si tomármelo bien o mal. Le vuelvo a reiterar que estoy en sus manos, que la única que se iba a quejar en caso que no le gustara, iba a ser mi novia. Que ya lidiaría con ella más tarde.

Después sigue la jefa corta que te corta. Yo con mi miopía, lo único que diviso es que la frente me ha crecido unos centímetros. Y joder, asustado pienso que esto es el principio. El principio del fin de mi pelo. Ahora ya sólo quedará raparme la cabeza para no parecer calvo. Después he comprobado que era una paranoia mía, ya que cuando me he puesto las gafas me he visto muy bien. Incluso parecía que tuviera más pelo. Qué cosas.

Me hacen pasar ooootra vez por la sección que he denominado de "manoseo mojado". Otra señorita me ha vuelto a mojar el pelo, y me ha enjabonado la cabeza. Ésta se ha esmerado en el masaje. Sólo ha faltado que me dieran un café con leche para que todo fuera perfecto. Y después de secarme y mandarme otra vez al departamento de corte para ponerme abrillantador en el pelo. Yo pensaba que eso sólo existía para los coches y los parqueses. Pero he salido contento.

La cosa ha salido más cara que en los otros sitios, pero rápidamente me he convencido que vale la pena pagar este servicio. Aunque sea por no esperar una hora para que me corten el pelo mientras oigo a las marujas del pueblo.

Espero que éste sea el último post sobre las peluquerías. Ya que si tengo que hacer otro, ya sólo va a ser para retransmitir cómo me han rapado la cabeza al 0. Que coño, ya lo sé, mi padre es calvo. Así que tarde o temprano lo acabaré siendo yo también. Así que a disfrutar de mi pelo mientras pueda, que la vida son ¡cuatro días!


No hay comentarios:

Publicar un comentario