miércoles, 14 de julio de 2010

Hacer tiempo


Raro concepto este de “hacer tiempo”. Un servidor es de esa rara avis de los que siempre suelen llegar pronto a los sitios. Y estoy bastante familizarizado con el tema de “hacer tiempo”. Aunque de hecho, me pone de bastante mala leche, porqué normalmente el tiempo designado para “hacer tiempo” siempre se acaba doblando porqué la otra parte llega tarde. Pero ese es otro tema.

Como diría aquél crack, el “hacer tiempo” está mal “conceptuado” . Para empezar, el tiempo no se hace. El tiempo se pasa. Y no pasa rápido o lento. Siempre se pasa a la misma velocidad. Y la mayoría de veces no haces tiempo, sino que lo pierdes a la espera de algo o alguien, ya que no tendrías que hacer tiempo si todo saliera como está previsto. La historia es que hay muchas y diversas maneras de hacer tiempo. Estas maneras dependen de si estás solo o acompañado; de si es de día o es de noche; de si eres chico o chica....

Desde mi punto de vista, siempre es más fácil hacer tiempo si eres chica. Tienen una facilidad de improvisación mucho mayor a la de lo chicos. A un tío, le joden el plan para una hora más tarde y ya no sabe qué hacer. Si estás en casa no hay problema, se echa otra partida, se sigue mirando la tele, te rascas el guevo izquierdo un rato más, te sacas más mocos emulando una plataforma petrolífera con todo el dedo (sí, esto lo hacemos cuando no hay nadie y no sabéis el gustazo que da)...

Si estás fuera de casa ya es más jodido. No te vas a quedar plantado como si estuvieras haciéndote el interesante delante de un Picasso. Tampoco te quedarás dando saltitos como Zapatero con la copa del mundo. Primera idea, tiendas; segunda, el bar. El bar gana por diferencia. Periódico, café o birra o nestea (dependiendo de la hora y el nivel de moñerismo) y ya. Si estás en un centro comercial, todo es distinto. Podemos aguantar hasta 25 minutos viendo tiendas. Ni más ni menos. Tiempo en el cual recorres las 3 plantas del centro, las 250 tiendas, te has probado 3 cosas, te llevas 2 y has escuchado 3 discos y leído 2 cómics en la fnac.

Si eres una chica, para empezar nunca le jode que el plan se retrase una hora más. Ni estando en casa ni fuera. Si está en casa, puede pasarse 30 minutos más en el baño haciendo quien sabe qué. Los demás 30 minutos los puede pasar cambiándose de zapatos continuamente. En caso de estar fuera de casa, su manera de hacer tiempo es única: las tiendas. Aunque no haya ninguna en 3km a la redonda, ellas las encuentran. Llevan un radar sónico incorporado de serie. Y claro, casi agradecen tener esa hora para poder ver las tiendas.

Tienen una habilidad innata para “hacer tiempo” en una tienda. ¡En una misma tienda! Pueden llegar a sobrepasar una hora en la misma sin demasiados problemas. “Hay muchas cosas”, “hay que hacer cola en el probador”, “me tenían que buscar las tallas”, “cada semana traen cosas nuevas” ¡Y consiguen salir sin haber comprado NADA! Pero las tiendas de ropa tienen una cosa buena: producen un efecto placebo de felicidad. ¡Mi madre es feliz cuando sale a comprar! Disfruta de verdad. ¿Esto lo hace alguna hormona, no? Porqué yo no entiendo lo más mínimo. Yo podría decir que tengo predilección por cualquier cosa electrónica que tenga botones y/o luces. Pero cuando estoy más de 15 minutos la saturación es más que notable, deseando antes que me pinchen en un ojo con una rama de aloe vera a pasar 10 minutos más viendo los mismos iPods de cada vez que vas.

La conclusión es que claramente los chicos debemos aprender a “hacer tiempo”, aunque últimamente gracias a internet móvil esto está cambiando. Otro día hablaré de qué costumbres ha cambiado el internet móvil... que no son pocas. Espero que no tengáis que “hacer tiempo” demasiado ya que la vida son cuatro días y entre trabajar, dormir y “hacer tiempo” ya pasan tres!!

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sábado, 3 de julio de 2010

Los certificados médicos

¿Ya te ha tocado renovar alguna vez el permiso de conducir?

Lo primero que tienes que pensar es que ya han pasado diez años desde que te examinaste. Y no, no vale ahora que digas eso de "Joder, si parece que fue ayer", porque no, no fue ayer, fue ya hace casi diez años.

Si como yo, ya es la segunda vez que tienes que renovarlo, imagina, es que te estás acercando a los cuarenta y se te viene encima la famosa "crisis de los cuarenta". A mí, se me está acercando antes de cumplir tan mágica cifra, pero he querido imaginar que eso no es más que una estadística (ver "Estadísticas, ese gran chiste") y te pasa o antes o después

Pero no hablemos de crisis, que para eso ya escribo en otro lado, para revolcarme en mis propias miserias.

El otro día recibí uno de esos correos que no sabes por qué te envían. En este caso era propaganda de una compañía de seguros en la que me prometían el mejor precio y las mejores coberturas... Cómo todas, vamos... Me dio por abrirlo para comprobar precios, ya que me caduca mi seguro el próximo agosto.

Empecé a meter los datos que te piden, y uno de ellos era la expedición del carné de conducir. Pero, y tal y como diría Gomaespuma, ete aquí, ¡oh! sorpresa, ¡oh! dolor, ¡oh! campos de soledad, ¡oh! mustios collados, que justo en ese momento me di cuenta que el carné me había caducado hacía cuatro días.

Ante tal tragedia, y teniendo en cuenta que tenía que hacer las gestiones en menos de dos días, me puse manos a la obra... Y madre mía con la que me di...

Decidí, por el tema de las prisas, acudir a un centro médico que hay en la ciudad en la que vivo, por el solo hecho de que ellos te lo gestionan todo, es decir, entras allí con el carné caducado y sales con un provisional que te permite seguir "ejerciendo".

Llegué al lugar en cuestión. Un local pequeño, con una escalera que bajaba a un sótano. En la entrada, una chica tatuada me atendió amablemente. Le dije que tenía que renovar el carné y que necesitaba todo, un completo, por no llevar, ni las fotos, una historia larga...

El primer susto. La revisión, más las fotos, más la gestión, más las tasas... NOVENTA Y UN EURAZOS... Tócate los cojones Mariloli... Ya iba de cabeza, como te digo, tenía prisa por tener el carné, así que, pasando de hacer colas kilométricas en "La Campana", decidí pagar y callar.

Me enviaron al sótano, donde otra chica me esperaba. Lo primero que hizo fue pedirme la pasta... En metálico. Aquel sótano no tenía ventanas. Era, más que viejo, clásico, y olía un tanto humedad. Me llevó a una salita pequeña. Me sentó en un taburete, se sentó ella enfrente mío, con una polaroid en la mano y me sacó la foto casi sin avisar. Eso eran cinco euros de los noventa y uno. Me mandó a una salita.

Aunque me habían dado hora, allí no había llegado todavía el médico y la sala estaba a rebosar. Se les acumulaba el trabajo. Llegó el que te mira la vista con diez minutos de retraso y empezó a llamar a la gente. Que ritmo...

Me tocó a mí unos veinte minutos después. Pasé. Todo viejo. Me senté enfrente de un cacharro de aquellos que tiene cuatro letras y que es retro iluminado. Con un bastón de madera roto me iba señalando las letras. Después, me pegó un fogonazo con una lámpara y me hizo volver a mirar... Apto. Total: tres minutos.

Me fui a otra sala dónde tenía que hacer alguna prueba más y ver, finalmente, al médico.

Entré en la psicotécnica. Allí, un chaval joven empezó a hacerme preguntas sobre mi estado de salud mental. Después me explicó cómo funcionaba la máquina de las bolitas, pero me dijo que, como tenían prisa, que me daba apto y ya estaba. Total: 2 minutos.

Después pasé al médico. Me preguntó si bebía... Puse cara de bueno y dije que no, claro. Me hizo otras preguntas, sólo preguntas, y me declaró apto a los dos minutos.

No me hicieron ni prueba de oídos ni nada por el estilo.

Al salir, me dieron un papel con la foto puesta... Joder qué susto... A ver, no soy James Bond, lo sé, soy un tío más bien feo. Encima, los años ya se me van echando encima, pero coño, la foto estaba descentrada, tomada desde abajo, sin avisar, sin luz... Me cagüen... Si tengo que mandar esa foto a mi madre, me deshereda, y como la mande por correo electrónico, fijo que me detecta el antivirus... Si más que feo aparezco complicado, parezco un Picasso...

La cuestión es que estos mamones se ganan un pastón sin hacer una mierda. Que había allí un señor anciano que no se aguantaba ni los peos, que ni si quiera oía bien, y le declararon apto... Si es que no puede ser. Que bebes, apto. Que te drogas, apto. Que eres un psicópata, apto... Que en esas pruebas no pueden sacarte nada más que la pasta tío.

Que puñetero país que tenemos. Encima, con la pasta que ganan, tienen el local más cutre de todo el pueblo. Qué rácanos. Aquí, está claro que el más tonto hace relojes.

Y claro, todo esto, auspiciado por nuestro gobierno, sea del color que sea, porque el tema funciona así, desde que Franco era corneta...

Bueno, la cuestión es que tengo renovado mi premiso, tendré una foto digna de un terrorista, y me han soplado noventa y un eurazos del ala.

Moraleja: Ni idea, pero hagas lo que hagas, acabas pagando.

Que vaya bonito,

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jueves, 1 de julio de 2010

Madre no hay más que una

La vida… Qué grande es la vida. Qué genial es la vida. Si fuera creyente, diría que es un milagro, el único milagro que podría existir, el de la vida.

¿Y quién nos da la vida? Nuestra madre. Y eso es un hecho científicamente probado. Si vienen los del CSI con el luminol, encontrarán todo tipo de fluidos que lo confirmarán. No hay duda.

Tu padre es tu padre… porque tu madre te lo ha dicho. Porque si cuando tuviste uso de razón, si es que ya lo tienes, tu madre te hubiera dicho que tu padre era el del quiosco de las chuches, tú te lo hubieras creído y punto. Así que lo dejamos ahí. Tu padre es el que te paga las facturas, te chuta el balón, y te quiere como si fueras su hijo. Lo dejo ahí. A estas alturas, todavía no me han desheredado y quiero seguir así.

Luego está la novia/novio. Uuuuuuuuy. Mira que se llevan mal con los suegros. Bueno, no siempre, pero ahí está el tópico. Yo, para que te hagas una idea, quiero lo mismo a mi madre que a la suegra de mi mujer. POR-I-GUAL. Sin reservas. Sin excepciones. Joder, que la quiero un montón. Y claro, volviendo a lo de la madre, hay una frase que lo dice todo "Madre nada más que hay una y a ti te encontré en la calle" (Hubiera preferido escribirlo "Madre namás cay una y a ti tencontren la calle"). La frase no es mía, está claro, está en el refranero popular. Y está cargada de odio y crueldad. Joder. ¿Eso es lo que le dices a tu novia? Pues si ese día tenías algún pensamiento de culminar, si le dices eso, olvídalo chato, que te veo lavando la ropa a mano, y tú ya me entiendes.

Lo de las madres es maravilloso. Ya lo decía el sargento Arensivia, de "Historias de la Puta Mili", "El que no respeta a una madre, no respeta na". Es lo más grande. Que te caes y te haces una heridita en la rodilla. Está mamá que te da un besito en la pierna, y se acaban los dolores… ¿Quién venía por la noche a tu habitación cuando tenías una pesadilla? Mamá. Además, en algunos casos, incluso la oías meterle una bronca del quince a papá por haber puesto "Pesadilla en Elm Street" y haberte dejado verla. Que aquellas películas, al menos la primera, acojonaban tela. Quizás la cuarta entrega, por aquello de pillarte mayor, ya te provocaba más la risa floja, pero que miedo pasaba yo con el zarpas…

Le pedías a mamá algo, no sé, la camiseta del Barça. Era lunes y habíamos machacado al R. Madrid. Había que ponerse la camiseta sí o sí. Así encabronabas un poco al personal. Pero claro, no la encontrabas. En el mejor de los casos, la buscabas la noche antes. Era una experiencia que por mucho que se repitiera, siempre era muy aleccionadora, sobre todo de cara al futuro compartido con otra mujer (vale, aquí me la juego).

- Mamá, ¿has visto mi camiseta del Barça?
-
Sí, está AHÍ.
Tú ya te dabas cuenta de que iba a dar inicio una de las situaciones más surrealistas de la vida. Conocías los diáologos. Conocías incluso el final.

- Mamá, ¿AHÍ DÓNDE?
-
Pues AHÍ, en el cajón, DÓNDE va a ser.

Mirabas el mueble y habían cinco cajones, más los cuatro del armario empotrado.

- En la cómoda o en el armario, mamá.
-
DÓNDE SIEMPRE.
El tono de mamá ya empezaba a mostrar cierto matiz cercano a la irritación. Ya te acojonabas. Buscabas y no la encontrabas.

- Mamá, no la encuentro.
-
Pues búscala bien, que está AHÍ. ¿Tendré que ir a buscarla yo?

Tragas saliva. Sigues buscando sin éxito. Encima, la ropa de los cajones ya no muestra el estado impecable que presentaba segundos antes de iniciar la operación búsqueda.

Te armabas de valor e ibas a buscar a tu madre. Con un hilillo de voz casi imperceptible, le decías que no la encontrabas. Te miraba. Resoplaba. Se movía más veloz que un felino e iba hasta tu habitación. Abría un cajón. A la primera. Allí estaba la camiseta. Pensabas para tus adentros que no podía ser. Tú habías buscado AHÍ cuatro o cinco veces sin encontrar nada. Entonces tu madre soltaba una frase lapidaria:

- Digno hijo de tu padre.
Y ahí piensas en tu padre, que si eres más o menos de mi quinta, igual pronunció estas mismas palabras algún día en una conversación seria y trascendental contigo:

- No encontrarás una mujer como tu madre.

En ese momento piensas en el cariño de tu madre, ese amor que es incomparable con nada en este universo, pero con los años, te das cuenta de que no se refería SÓLO a eso, te das cuenta de que cuando estabas viviendo con ellos, no hacías ni el huevo y, ahora, como te pongas tonto y dejes los calzoncillos allí dónde queden después de lanzarlos con el pie, sabes que acabarás con una buena bronca y, posiblemente, durmiendo en el sofá...

Te quiero mamá...

Que vaya bonito,

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